En muchas ocasiones tendemos a confundir consultoría financiera y asesoría financiera cuando son conceptos totalmente diferentes. Es decir, cubren necesidades determinadas y tienen objetivos distintos. Por estas razones, es de vital importancia tener muy claro cuáles son las diferencias entre ambas para saber dónde o a quién acudir para solucionar problemas de corte financiero tanto a nivel empresarial como a nivel personal.
Siempre, cuando surge una necesidad de inversión o un problema económico, la primera duda es: ¿consultoría financiera o asesoría financiera?
Si empezamos por esta última, la asesoría financiera es la más cercana a las personas, a los empresarios y a los profesionales. Es decir, ayuda a descubrir las necesidades financieras de sus clientes teniendo en cuenta la edad, el patrimonio, los impuestos y la situación familiar. Siempre obrando con independencia, objetividad y sin conflictos de intereses.
Entonces, ¿sirve la asesoría financiera para diagnosticar la situación económica y financiera de una empresa, gestionar su tesorería, aumentar la eficiencia de sus procesos o reducir sus costes? Pues no. Es a partir de aquí cuando entra en juego la consultoría financiera, dentro de la empresa y de manera interina (es mejor).
La consultoría financiera ayuda a tomar decisiones estratégicas y a maximizar el valor de la empresa ya que le permite un equilibrio entre sus inversiones y la financiación de las mismas. Entiende las finanzas desde tres grandes perspectivas de gestión: la gestión financiera, la gestión de las deudas y la gestión de las inversiones.
La consultoría financiera está capacitada para planificar y ejecutar los cambios necesarios para alcanzar objetivos y conseguir resultados de manera eficiente y eficaz desde dentro de la empresa.
En resumen, consultoría financiera para empresas y asesoría financiera para empresarios. Combinar las dos, significa una visión financiera de 360 grados.